El gobierno y sus cómplices, los sindicatos, han cerrado un acuerdo de servicios mínimos durante la “huelga general” del próximo 29 de septiembre. Es la primera vez en democracia que los servicios mínimos no vienen impuestos por decreto. Esto, lejos de ser una buena noticia, no es más que otra demostración de que esta huelga es un paripé montado a medias entre los sindicatos y quien les paga, el gobierno. Como ya dije en otra entrada en este blog, no es más que una excusa de los sindicatos para que parezca que hacen algo por los trabajadores.
Además, no conozco a nadie que esté de acuerdo con la huelga, a nadie que vaya a ir a la huelga voluntariamente y no por miedo a los piquetes, a nadie que le parezca bien que en un país en el que hay 4 millones de parados oficiales los que sí tienen trabajo dejen de trabajar, a nadie que comprenda cómo puede servir esto para que no salga adelante una reforma laboral que ya está más que aprobada… Y, si nadie está de acuerdo con esta huelga, salvo los sindicatos y los que viven de ellos, ¿en qué se convierte la huelga general?... en una imposición por parte de los sindicatos para lavar su conciencia.
Claro que, en un país donde el derecho a huelga (Art. 28 CE) se reconoce constitucionalmente antes que el derecho al trabajo (Art. 35 CE), deberíamos estar vacunados contra estas cosa.
Y a un par de días de la huelga, Cándido Méndez descojonado en la Noria con Jordi González, y ZP aplaudiendo la huelga... si es que tenemos lo que nos merecemos
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